lunes 10 de agosto de 2009
Los Monjes Fantasmas de Monkton
La torre monástica del Viejo Craig Hall, en Musselburgh, a unos nueve Kilómetros de Manchester es, sin lugar a dudas, uno de los lugares que poseen esa tónica paranormal. Es en este sitio donde varios testigos hablan de presencias y sensaciones de olores extraños. Un lugar cargado de misterio.
El propietario real de esta construcción se llamó John Miller. Adquirió esta propiedad en 1956 y la restauró.
La torre monástica posee dos pisos y formaba parte de un complejo de edificios que conformaban un monasterio en tiempos pasados.
Isabel Byrd (una de las inquilinas que alquiló la torre) relató lo que le tocó vivir en ese antaño monasterio. Con las experiencias vividas dentro de aquel lugar, Isabel logró escribir algunas novelas.
Isabel, una testigo clave en estos sucesos, relató:
“Alquilé este pabellón en febrero de 1972 –explicó Isabel empezando a relatar sus experiencias- . Lo hallé pacífico, sosegado. Descubrí que la torre se construyó en 1549, en un patio de una casa fortificada del siglo XII. No se sabe mucho de esa construcción, salvo que fue edificada por unos monjes. Trabajaban en esta zona agrícola y era como una extensión de la Abadía de Newbattle, cerca de Dalkeith. Acabaron por llamarla “la ciudad de los monjes”, de donde surgió el nombre de Monkton.
Seis meses después de llegar aquí me hallaba leyendo una noche en cama, con la luz encendida, cuando olí una especie de hornada de pan estupenda, o tal vez de carne asada, algo que me pareció que surgía de la vieja chimenea. En realidad empecé a tener hambre. Naturalmente yo no guisaba aquí. Bien, esto ocurrió tres o cuatro veces en las semanas siguientes, pero yo no hacía mucho caso, limitándome a pensar: “Bueno, ya está aquí nuevamente este delicioso olor…” Era como el olor a costillas asadas, ahora que lo pienso bien… una carne estupenda, seguramente muy cara.”
Victoria, una amiga íntima de Isabel, relató también un suceso no menos misterioso:
“Yo estuve en aquella torre hace un año por primera vez. Naturalmente sentía cierta aprensión por lo que pudiera encontrar, pero lo cierto es que no hallé nada, aparte de una sensación de paz y descanso. La primera vez vine con mi esposo y nos acostamos en la habitación de Isabel, mientras ésta lo hacía en el salón. Era un sábado por la noche. Me desperté temprano al día siguiente, domingo, y pensé: “Por aquí cerca debe haber alguna iglesia católica. Obviamente están llamando a misa”. De manera que desperté a mi marido, pero luego de unos momentos también escuché el ruido de unos caballos al trote y volví a pensar: Oh, bueno, ahí afuera hay alguien con unos caballos. Al fin y al cabo, esto es muy propio del país”. Cuando ya habíamos desayunado le pregunté a mi esposo si el ruido de las campanas no le habían despertado hacia las seis de la mañana.
-¿Qué campanas? –indagó él, sumamente asombrado-. ¿Acaso hay alguna iglesia cerca? Es ahí cuando se presenta Isabel y nos confirma que no existe ninguna iglesia a los alrededores.”
-Esa campana solamente la ha escuchado Victoria –estableció Isabel tomando la palabra-. NO hay ninguna iglesia a muchos kilómetros a la redonda.
“En marzo pasado volví a quedarme aquí –reanudó Victoria su relato-. Dormí en el cuarto de Isabel y hacia las ocho de la mañana me despertó un grato olor a comida. Pensé que era Isabel que estaba preparando un desayuno delicioso. Oh si, era un olor maravilloso que abría el apetito sin querer. También olía a pan recién hecho. Pero no había la menor señal de Isabel ni de que alguien estuviera cocinando. Todo surgía, en realidad, del dormitorio.”
Grant, el esposo de Victoria, relató su experiencia también:
“En enero de 1973 me pidieron que pasara unos días de vacaciones aquí. La primera noche me retiré como a las cuatro y media. Antes de caer dormido, comprendí que seguramente vería algunas cosas extrañas, no solo porque Isabel me había hablado de ellas, sino porque sospechaba que había algún motivo por el cual deseaba que yo durmiese en esa habitación.
Lo primero que vi fue una puerta-trampilla a la izquierda, en el suelo, y un par de escalones que descendían al sótano. Estaba mirando la trampilla cuando apareció un monje que me miró. Había subido por la escalerilla y estaba mirando a su alrededor, aunque no pareció verme, pese a que sus ojos, o lo que tenía como ojos, estaban fijos en mí. Como no me veía, al parecer, me relajé por completo. Después vi como una procesión. Uno de los que iban en la misma parecía un gran dignatario de la Iglesia Católica, tal vez un obispo. Estaba flanqueado por dos monjes y parecían canturrear algo. Pude ver al obispo con toda claridad. Iba recién afeitado, con un rostro muy sereno. La procesión pasó muy cerca de mí y desapareció.”
Pero existe un testigo más de estos eventos tan extraños, Ian Adam, de origen escocés, también había estado una temporada por Manchester. El relató lo siguiente:
“La madrugada del 27 de diciembre de 1972 llegué al lugar a eso de las tres y cuarenta y cinco minutos. Iba conduciendo mi coche en compañía de un amigo, y como llovía fuerte, decidimos parar allí.
Era una noche muy fría. Isabel nos recibió muy amablemente. Inmediatamente nos sentamos en el salón y ella nos preguntó: “¿sienten algo aquí?”. Sí, yo estaba sintiendo una verdadera paz, un ambiente maravillosamente tranquilo.
Pero luego de unos minutos aquel olor se hiso presente. ¡Vaya!, me dije, ¡que maravilloso olor a romero! En realidad toda la casa olía a romero.
Fue en esos momentos cuando pude vislumbrar algo que me llenó de asombro:
Había una dama muy industriosa, tal vez del siglo XV. Llevaba un vestido blanco y estaba muy atareada cocinando, como si tuviera mucho trabajo. Parecía que era joven, pero el trabajo la había demacrado en demasía. Tuve la impresión de que era un sitio al que llegaba la gente en busca de ayuda y refugio, como si en el exterior se estuvieran produciendo batallas o accidentes de todo tipo. Ciertamente este es un lugar de gran poder espiritual.”
Los testimonios que hemos leído nos dan una idea del gran poder de impregnación que posee este sitio. Desde olores agradables (a comida y a romero), pasando por sonidos de campanas, hasta verdaderas visiones fantasmagóricas, son elementos de gran importancia para catalogar a este nuevo enclave como: idóneo para la reproducción de hechos pasados. Ecos de eventos que, en el presente, son nuevamente presenciados por inquilinos y visitantes de esta construcción histórica y llena de sucesos que marcaron sus paredes por completo. Un lugar mágico sin lugar a dudas.
Fuente: “Los Fantasmas”; Fritz Leinberg
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